9.2.05

El cuerpo como una escritura entre los espejos y un nudo *

Por Leonor Fefer **

Tomaré apoyo en algunos trayectos de mi propia experiencia analítica concluida, en los que he podido comprobar que, como Lacan nos lo indica, "es la idea de otra especie de espacio la que nos funda el cuerpo".
Este espacio, solidario de la escritura nodal y del pensamiento de lo real, se va constituyendo en el análisis, a partir de hacer la experiencia de estar "en" la palabra.
Se trata de ciertas operaciones que posibilitan que, tomando como punto de partida la creencia en este cuerpo dado por el Otro, la necesariedad del cuerpo constituido en el espejo y mortificado por el significante, se pueda producir una reducción de su pregnancia identificatoria, una separación de la figuración de la bolsa, para hacerse un cuerpo, en transferencia, como hecho de discurso, como escritura, pues como el nudo, eso se escribe, eso tiene "muchas relaciones con la instancia de la letra", "eso da un cuerpo, un cuerpo así, verosímil a la belleza", que quedaría ligada con algo distinto que lo obsceno, es decir, con lo Real. "En suma no habría bello más que la escritura...¿por qué no?". (J. Lacan: Seminario XXIII)


Acerca del análisis que creí terminado
Tiempo atrás me había ido de un análisis, de acuerdo con el analista, por considerarlo concluido, cuando lo que había ocurrido era una caída anticipada de la transferencia.
Ese primer análisis que se orientó hacia una cara de la oralidad, problematizó la gordura y el encierro, al trabajar con insistencia una pesadilla repetida de la infancia: un barco que intentaba navegar en un mar de dulce de leche.
Al producirse un chiste, "ser de Boca-Independiente", pareció que se había logrado separar la boca del dulce, es decir que ahí el cuerpo podría regular el goce, que era imaginario.
Sin embargo, lo imaginario y lo real habían quedado enteramente envueltos en lo simbólico surgido de la práctica del psicoanálisis, sin que se hubiera llegado a la estructura del nudo borromeo, ni a la escritura de un cuerpo, en tanto cuerpo y nudo participan de una escritura, son hechos de discurso, hay entre ambos una articulación, están hilados por la línea de la consistencia.
Salía de ese análisis con el cuerpo tan mortificado por el significante como al comienzo.


Entrada al dispositivo de una nueva experiencia analítica
En "El hueso de un análisis", Jacques-Alain Miller toma un poema de Carlos Drummond de Andrade para posibilitarnos pensar lo real, situando el hueso como lo que queda de una experiencia analítica llevada hasta su límite.
Nos indica cómo se hace necesario operar con ciertos movimientos en el discurso, en principio el movimiento de la repetición, en el cual el análisis toma su punto de partida: en la repetición insistente que actualiza la presencia de la piedra-obstáculo, esa que impide recorrer el camino que se decide recorrer, esa que obliga a repetir el enunciado de la evidencia que se impone como la desgracia.
Así llegué a un nuevo análisis, situando lo que era mi desgracia. La angustia había tocado el cuerpo, ese cuerpo-bolsa cuyo orificio principal era la boca.
El efecto de ese afecto hacía de bisagra entre lo que era mortificación a pura pérdida, y lo que podía, a partir de eso, comenzar a articularse al entrar al dispositivo del análisis; allí, el uso de la palabra en transferencia comenzaría a hacer su trabajo de agujereado, y junto con intervenciones precisas de la analista llevaron a que el sujeto fuera convocado a entrar en el espacio que empezaba a trazarse como siendo su camino, y no el camino.
Piedra y camino suponen la tierra. El camino es la tierra que dice sí, la piedra es la tierra que dice no, resistencia del obstáculo-piedra que no es sino el objeto "a", piedra que hay en todo camino de la palabra al que el análisis me invita a entrar. El "a" es el hueso, como piedra que hay en el cuerpo, que lo envuelve con su piel, con su carne.
Así, se iría articulando lo que iba haciendo el camino por su insistencia, como tierra que dice sí, y la piedra-obstáculo, aquello que dice no: lo que se negaba en ese camino, demostraba que se estaba produciendo una modificación en el discurso: una nueva dimensión comenzaba a instalarse en él, un "pensar lo real" que de este modo se iba "in-corporando".
Es con eso que se dio comienzo al trabajo analítico, en el que quedó situada una intervención: "parece que hay una boca pegada a tu oreja", que apuntaba a lo invocante de la pulsión, otra cara de la oralidad.
Dicha intervención, que funcionó como "reson", resonó en el cuerpo: "una boca pegada al oído", decía de un cuerpo fantasmático, cuerpo significantizado, que estaba del lado de la sexualidad, esto es, del lado del significante, del homo, del Uno que mortifica el cuerpo. Hizo saber que había un cuerpo mortificado por el aplastamiento significante y un sujeto víctima de sí, al construirse un Otro para sacrificarse a él.
Cuando digo que es el cuerpo de la sexualidad, es porque el Otro hace de tapón, es un cuerpo que ahí aparece, como diría Lacan en su Seminario XX, "mismado" en el Otro, ya que lo Otro y la oreja o la boca, en ese momento inaugural del análisis eran lo mismo.
En la simetría plana del espejo se define un espacio imaginario, hecho de engaños, de imágenes que desaparecen o se entrecruzan en múltiples construcciones de óptica geométrica, donde se inscribe lo visible, pero también aquello que del inconsciente no hace cuerpo.
Cuando Lacan introduce los dos espejos, cóncavo y plano, dentro del estadío del espejo, presenta el objeto "a" en tanto consistencia real, y un cuerpo como esfera agujereada con función de la forma que viene a atrapar un objeto pulsional, esas flores que están ahí en el medio, separadas del cuerpo real. Es un modo de deducción del narcisismo secundario a partir de la experiencia de la pulsión como borde. (J. Lacan: Seminario X)
Es en el momento fundante de la estructura, pasaje por el juicio de existencia, que el Padre otorga un cuerpo; pero ese "tendrás un cuerpo" no dice "cómo" atravesar la segunda negación, que no es simple negación de la negación sino más precisamente "saber sin conocimiento", punto donde la negación se articula a la pulsión.
Tomando como "direccionalidad" este "saber sin conocer", en tanto cuerpo de la pulsión, se fue haciendo en el análisis un trabajo en relación a esos orificios pulsionales.
Quiero decir que para hacerse un cuerpo en el análisis, que ya no será ese cuerpo dado por el Otro como forma, será necesario primero un trabajo intenso en la cura, por el cual se pueda producir una jerarquización de dichos orificios, para luego circunscribir el agujero, y además, pasar por él para que se llegue a escribir lo singular del síntoma con el cual identificarse.
Así lo indica Lacan en su Seminario XXII "RSI", agregando que de dichos agujeros, el primario es el de la oreja.
Tal fue la orientación de la experiencia analítica que comenzaba, y que daría las vueltas necesarias para producir el atravesamiento de infinitud de puntos-pliegues-orificios a agujerear, hasta llegar a una verdadera des-narcisización.
La operación de reducción, repetición y convergencia mediante, produce el objeto "a". Será necesaria como modo de constituir el punto y por ende el espacio donde instituir la mirada como función, y donde se fue situando el orificio de la oreja, preparando con ello la posibilidad de su posterior agujereado. La operación que se produjo, tuvo sus consecuencias respecto de otro orificio no menos importante: el ojo.
Un sueño en los comienzos del análisis mostraba un rostro iluminado adentro de la boca, entre la piel y el maxilar, se veía hueco, sin carne, como una máscara. Entre piel y hueso el vacío horroroso, que por un "Eso borra" como interpretación, dejaba situado el comer en exceso como marcar el vacío, que era del Otro. Destaco además, de ese sueño, la importancia de la luz que ilumina: mirada que se cruza en la boca, mientras la luz ilumina el vacío, ese horror que me llevó a decir "no soy nada... sólo piel y hueso", recordando que para Lacan, en su Seminario XXIII, el cuerpo es como piel que retiene en su bolsa un montón de órganos que sentimos.
Es verdad que en tanto individuo me presentaba con un cuerpo, pero el sueño al igual que la frase de Lacan, indicaba que dicha forma sólo entrega la bolsa, que para cierta geometría es sólo superficie, mentalidad.
¿Cómo salirse de esta expropiación de la mirada?. Esta bolsa ¿qué es?. Mezcla extraña de cero y de uno, conjunto vacío que en su consistencia de tal, demuestra lo imaginario, siendo una bolsa vacía, que no deja de ser una bolsa, "o sea el uno que sólo es imaginable por la ex -sistencia y la consistencia que tiene el cuerpo de ser piel", dice Lacan en su Seminario XXIII.
Si en el esquema de los dos espejos, un cuerpo no es otra cosa que una esfera agujereada con la cual se trata de atrapar las flores o atrapar la pulsión, aquí Lacan nos habla del cuerpo como vacío, como forma vacía, ubicado puramente a partir de las experiencias de goce de las zonas erógenas. Es el cuerpo como forma, reducido al conjunto vacío, con consistencia de vacío, yendo más allá de considerar a la pulsión como un borde y el trayecto de la pulsión como lo que permite delimitar dicho borde como tal.
Así, a partir de ir situando en el análisis lo que constituyó una identificación a un cuerpo quieto, escondido, pegado al Otro, a cualquier otro, se iba haciendo entrar en esta experiencia analítica, el análisis anterior, conduciendo a hacer el camino de construcción de un cuerpo construido con una topología otra que la de la bolsa, aunque a partir de ella, es decir partiendo del estadío del espejo que arma lo invisible y lo visible del cuerpo, constitución que con sus doblajes es una creencia necesaria pues incidirá en la construcción del cuerpo y del estadío del espejo también en la conclusión de un análisis, como la apariencia a la cual identificarse a la salida de dicha experiencia.


Producir los orificios oreja y ojo para luego agujerearlos
Sería en el trayecto de la cura donde encontraría, en el movimiento de la repetición, un saber acerca del objeto, en tanto objeto de la pulsión. Mediante un trabajo que acentuaba el des-oir al Otro, y un circular por fuera del imperativo de la mirada, fui sabiendo del goce que había en ello, obteniendo una inversión del punto de vista, rotación del espejo.
Era un trabajo de ciframiento de goce, de cernimiento del objeto.
Un sueño con círculos me despertó pensando que estaba dando vueltas en círculo, que estaba en el mismo lugar, volviendo al mismo punto, pero en la topología me esperaba para ello otra lectura y es que circular no es volver al mismo punto, sino que se trata de agregar al círculo una recta infinita, comprobando en qué ambos eran parientes.
Lo que creía de mí no era lo que veía, sino lo que la mirada veía de mí. Se estaba separando la visión de la mirada, dejando la mirada como el imperativo. Falso cuerpo entonces, ya que era el que esa mirada me daba a ver, el cuerpo que creía que tenía.
Es en su Seminario XXII, "RSI" donde Lacan nos indica que podemos obtener cierta aproximación a una primera formalización del nudo borromeo, al trazar una recta infinita que tenga un agujero en el medio.
Y decir esto es situar el medio como operación topológica, no geométrica: pensémoslo volviendo al poema de Andrade ya citado, donde leemos que el camino crea la piedra que está "en" el camino. Es ese "en", el medio, lo topológico a lo que se refiere Lacan.
Circular, en la escritura de ese sueño, indicaba que se empezaba a producir un pasaje del falso agujero a un agujero verdadero, al hacer entrada el trazado de dicha recta infinita a la que se le supone un punto en el infinito, o sea, haciendo círculo.

Buscando heredar a un Padre
Estaba transitando el momento en que entendía que la deuda simbólica era tomar y pasar, que la deuda simbólica hace lazo, cuando se produjo un sueño: había tres personas con sobrenombres extranjeros, del que sólo recordaba uno que era DRAP, que asocié de entrada con pliegue, drapeado, en la cortina. Unas horas después me sorprendía: era el anagrama de Padre y además, sus iniciales D.R.
El Padre, el Nombre del Padre, aparecía en ese paño drapeado, en ese pliegue de la superficie de la tela. Comprobaba así la vecindad entre pliegue, nombre, cuerpo y síntoma. Es en el pliegue, donde se aloja el Nombre, el Padre, y el cuerpo! ¿cuál?.
En el DRAP, drapeado del paño, estructura mínima del campo de goce, hallé ese nombre y ese cuerpo. En el "entre" claro y oscuro del pliegue eran "tres" nombres que se fugaban, dejando uno en el borde: no cualquiera!.
La asociación llevó al gusto del Padre por la música, y me escuché decir que "él era una música con dos patas!". Estaba armando la figura de mi padre.
¿Estaba construyendo su cuerpo en el análisis?. ¿Había que pasar por esa construcción para lograr la separación y llegar a construir mi propio cuerpo?.
La boca se empezaba a llenar con la musicalidad del nombre, marcándose como orificio, y comenzaba a ser agujereada con la musicalidad del nombre.
Es que en la tela, en la superficie de esa bolsa con órganos constituida en el espejo, cada uno "se sabe cuerpo", pero el cuerpo freudiano de la pulsión es un saber que no comporta el menor conocimiento; es saber resistir la repetición que nunca parte del cero absoluto, sino que muy contrariamente, hace a la "dichomansión" del cuerpo. Y partiendo de la repetición, parte de lo elemental de la envoltura, del paño, de la tela, del sujeto mismo que se considera sujeto de la conciencia.
Me preguntaba qué eran los pliegues, los drapeados, las envolturas de telas, que formaban parte del texto de mis sueños. ¿Eran sólo reflejos como los que devuelve el espejo? Esos pliegues ¿serían líneas trazadas por el fluir pulsional cuando agregaba que la música estaba en el nombre, o que ese Padre era "una música con dos patas"?.
Seguía elaborando cuestiones a partir de ese DRAP del sueño. Me daba cuenta de que el nudo estaba ya ahí, sin que pudiera aún sacar las consecuencias de ello. No es que estén rotos lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real, lo que define la pere-versión, como dice Lacan, sino que son distintos. Hay que suponer un cuarto, que en este caso es el síntoma, lo que hace el lazo borromeo. El Padre es un síntoma o un santo varón o sínthoma.
Era lo que escribía el sueño: tres nombres que se fugaban, dejando sólo DRAP, nada menos que el Padre, el nombre, el saint-homme, el cuerpo.
Y entonces, su ex –sistencia, da la posibilidad, al rebatir, de ligarlos a los que están separados. Rebatir que en mi sueño aparecía como drapear, plegar-desplegar haciendo surgir en el pliegue mismo el nombre y el síntoma, el cuerpo y el Padre.
Surge el DRAP en ese borde, ex –sistencia del síntoma que supone ese lazo de lo Imaginario, de lo Simbólico y de lo Real, enigmático.
El recorrido analítico continuará desplegando lo plegado hacia un nuevo pliegue, que llevará al nombre, haciendo un cuerpo real, cuerpo de un nuevo imaginario ya sin imagen.

Buscando un nombre y un cuerpo
Estaba armando una serie a partir de los nombres y sobrenombres.
Pero faltaba considerar que no se trataba de armar cadenas de nombres, sino de llegar a la nominación. Las cadenas de nombres, de significantes, como en Schreber, remiten al Padre y a la Mujer como lo abyecto, como el agujero de lo femenino.
Había que hacer entrar este rechazo de lo femenino al discurso, rechazo que es de estructura. Hacer entrar el rechazo de lo femenino, como el agujero de la estructura es que haya un verdadero agujero, para que, como nos enseña Lacan en su Seminario XXI, "Les non dupes errent", la vida no sea un Viator, una línea recta que se traza en una cronología.
En este tiempo de la cura se iba agujereando la consistencia de ese cuerpo imaginario, ese "borde imaginario" del que Lacan habla en este seminario, para llegar a lo que el análisis llevará a producir: otro Imaginario sin imagen, segundo narcisismo, consistencia imaginaria separada de la forma, de la imagen en tanto forma, teniendo en el horizonte una conclusión de la cura como identificación al síntoma, como singular modo de gozar.
Ello va a escribir un cuerpo real, pues el análisis orientado por lo real es una práctica del "no ser", y como indica Lacan, también del "no pensar" y fundamentalmente sitúa a lo Real como la cuerda, o lo que hace acuerdo entre cuerpo y lenguaje.
Para ello es necesario, como dije al comenzar este trabajo, hacer el espacio, otra "extensión" ya no cartesiana, sino aquella que posibilite ese acuerdo, ese enlace entre lo simbólico y lo imaginario que según Lacan "sólo lo real alcanza".
Luego de producido el deshilachamiento fantasmático, y la extracción del objeto que cae del Otro, barrándolo al mismo tiempo, el análisis continuó, en tanto el fantasma no inscribe de qué modo el cuerpo como sustancia gozante es el modo singular por el que el parletre quedó afectado por el lenguaje.
La orientación iba en la dirección de horadar el inconsciente hasta llegar a producir un agujero verdadero y un inconsciente real, un movimiento que permitiría llegar al síntoma y al modo de goce, tras los bastidores de la escena fantasmática, luego del hallazgo del nombre que nombra y al nombrar muestra, indicando la experiencia del goce que hubo habido.
"Embalsamada" señalaba que la desaparición era el ideal; era la desidentificación fundamental, pero ahora había que comprobar que a medida que se producía esta desidentificación, la pregnancia de la relación con la imagen del cuerpo estaba también conmovida, considerando que con la extracción del objeto se develó un exceso entre la boca y la oreja, una esquizia entre el oído y lo que cayó, lo áfono.
Era necesario verificar que con la extracción del objeto y yendo más allá del Padre, se había hecho un cuerpo otro que el de la forma, el cuerpo como horma.
Habiendo partido del cuerpo como vacío, bolsa con una boca en el centro y pegado al Otro, se había realizado un trabajo de extracción de la secuencia de unos que hacen serie, esos que se habían inscripto como los nombres de las experiencias de goce que sólo puede ser mostrada, que no se puede nombrar pues sólo se indica.
Llegaba a saber así que, ese cuerpo vacío mostraba que el encuentro con el goce es siempre fallido, que no tiene modo de ser representado, que ese goce, como nos dice Eric Laurent, no puede ser contenido sino que es siempre la experiencia de un "fuera del cuerpo" que se articula con el cuerpo en tanto que agujereado, marcado por bordes.
Una vez atravesada la escena fantasmática y caído el nombre con que se nombraba el sujeto, se constituyó un cuerpo vivo, poniendo punto al movimiento perpetuo.
Fue construirse un cuerpo sensible y ponerlo para la vida, aunque aceptando en ella la muerte.

Cruce de mirada y voz en la conclusión
Ese trabajo respecto del cruce de mirada y voz me fue guiando respecto del cuerpo.
Fue situado en el análisis que ya estaba concluyendo, como "una mirada de mí sobre mí", desligada de lo especular. Un único punto de vista.
Supe así que lo horizontal es insostenible; direccionalizar hacia sí es centrífugo, expande, se fuga del centro, es lo uno y lo múltiple. Y es sólo entonces, cuando se produjo la direccionalidad de la mirada hacia mí misma, que se pudo dimensionalizar el cuerpo propio.
Se había llegado a la mayor reducción del objeto, e incluso había sido necesaria la reducción del objeto del cual el analista hizo semblante durante la cura, para acceder a la posibilidad de la dit-mensión del cuerpo propio.
La pulsión vehiculizada por la letra, recorre haciendo tiempo-espacio-cuerpo sensible. Espacialidad (espacio-tiempo) que es la Cualidad misma de la vida, al decir de Francois Cheng, como el modo de hacerse un cuerpo como apariencia para salir de la experiencia analítica que concluyó.
Esto se articuló con la noción de la vida como valor semántico suplementario. La vida no puede ser nombrada ya que no es producida en este momento de la experiencia como un conjunto de funciones naturales, sino como aquello que atraviesa el cuerpo como organismo, con un goce que conviene y por las vías que animan al viviente a vivir más de lo que orgánicamente puede. Lo atraviesa, lo traza, hace escritura, recorta la parte como cuerpo sensible.
El trayecto analítico en su recorrido logró la separación del cuerpo como forma, y al aislar la relación con el cuerpo como horma todo funciona al revés del estadío del espejo.
Como dijera anteriormente, en el momento fundante de la estructura hay un Padre que otorga un cuerpo, que dice "tendrás un cuerpo", pero un cuerpo vaciado de goce, interdicto. Al final del recorrido llevado hasta este punto límite de identificación al síntoma, se llegó a hacerse un cuerpo articulado al objeto "a" como tal, el cuerpo en su "saber hacer" con su modo singular de goce, que se acompañaba de un nuevo amor por fuera del narcisismo, un amor no mortífero, prescindiendo de la forma, pero sin prescindir del Padre: un más allá del Padre sirviéndose de él como significante, para regular el goce del cuerpo.
Como decía Eric Laurent, la única consistencia a la que se llega es la de la identificación al síntoma, que no es una consistencia imaginaria, sino la consistencia real del síntoma; al mismo tiempo he llegado a un nuevo amor no narcísico, un amor a ese Padre inconsistente, que nos da la idea de la eternidad, de una vida que no tenga el límite de lo vivo, pues viene a encarnar lo que hay de significación de muerte en lo simbólico.
Los distintos trayectos de este análisis siguieron una dirección orientada hacia un "uno" que, como recuperación de un goce posible, luego de la separación, religa el cuerpo a partir del modo singular de vivir la pulsión, al modo singular de goce.
Este cuerpo real pudo advenir allí donde eran pliegues-repliegues, donde era un "entre", o "ello", dejando un resto, un punto de irreductibilidad, que es aquello que del no saber del inconsciente no se suple.

* Autorizado por la autora para su publicación en www.hipermodernidad.blogspot.com


** Ex AE de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) - Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL - Argentina)



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