7.2.05

Del malestar en la cultura al impasse en la civilización. El estatuto de la culpa *

Por Graciela Guidi **

El psicoanálisis es un tratamiento que se dirige al sujeto de derecho, de pleno derecho. Esto quiere decir un sujeto que tiene que responder por lo que dice y por lo que hace. Está dirigido a un sujeto que puede tomar distancia respecto a lo que él mismo profiere. A un sujeto que se tendrá que responsabilizar por sus actos y por sus dichos, que tendrá entonces, que dar respuestas (l).

En el dispositivo analítico, el sentimiento de culpa es una respuesta del sujeto, pero una respuesta que se puede ubicar como la patología esencial de la responsabilidad, con lo cual ya podemos deslindar que no hablamos de lo mismo cuando decimos que un sujeto se siente culpable que cuando se responsabiliza. Porque el sentido de la culpa es que el sujeto se siente responsable, pero no sabe de qué.

Nada mejor que la neurosis obsesiva para dar cuenta de esto: "quien padece de compulsión y prohibiciones se comporta como si estuviera bajo el imperio de una conciencia de culpa de la que él, no obstante,nada sabe; vale decir, de una conciencia inconsciente de culpa(...) Esta conciencia de culpa tiene su fuente en ciertos procesos anímicos tempranos, pero halla permanente refrescamiento en la tentación, renovada por cada ocasión reciente-, y por otra parte genera una angustia de expectativa siempre al acecho, una expectativa de desgracia que, por medio del concepto del castigo, se anuda a la percepción interna de la tentación" (Freud Acciones obsesivas y prácticas religiosas p.p. 104-105)

Me detengo en "esta conciencia de culpa tiene su fuente en ciertos procesos anímicos tempranos" para articularla al Superyó, ya que el sujeto del inconsciente es siempre un acusado. "El no saber no determina la inocencia. Edipo no sabía, cuando supo era culpable" (2)


Algunas consideraciones acerca del superyó
Abordar el concepto de Superyo plantea no pocas dificultades, en Freud esta categoría no deja de insistir desde las cartas a Fliess en adelante, aunque no aparezca con ese nombre. El primer testigo de la voz insensata en la obra freudiana es la censura, un blanco se impone en la textura del sueño, y es así como desde el comienzo el concepto de censura y conciencia moral quedan articulados a la defensa y son de carácter estructural.
Autopunición y censura, caras de una misma moneda, responden a lo fallido de la ley paterna, falla que arroja en lo traumático y en la angustia. A partir de "Inhibición, síntoma y angustia" Freud dirá que no hay deseo punitorio, sino necesidad de castigo y que esta necesidad de castigo correrá por cuenta del Superyo.
A partir de l923, Freud ubicará dos premisas opuestas, el Superyo es heredero del ello y es también heredero del Complejo de Edipo. ¿Superyo paradojal o impasses de la obra freudiana?
Como heredero del ello es presentado como producto catabólico de la pulsión de muerte y el masoquismo primordial. Se manifiesta como soberano, juez, crítico y despectivo en expresiones tales como "padre terrible", "guarnición militar interior" "coacción contra sí mismo" mostrándose en la clínica en la reacción terapéutica negativa y la poca esperanza que de ella se espera. Podemos indicar, que desde este lugar, el Superyo marca la castración originaria.
Como heredero del complejo de Edipo aparece como "complejo parental", "conciencia moral","identificación al padre", es decir como ley normativizante y así surge como "función salvadora y protectora" y "abogado del mundo interior", castración marcada por la ley edípica.
Es así, que a pesar de las imprecisiones conceptuales y de los obstáculos que el concepto presenta para Freud en la teoría y en la clínica, hay un eje fundamental que los anuda: la constelación edípica .
Diferentes atajos a transitar para la niña y el varón, nos indica Freud. Para ella, su destino y su angustia serán la pérdida del amor, en el varón la posibilidad de una identificación, secundaria, regresiva, donde podrá investirse con las insignias del poder del padre.
Asistimos entonces a toda la problemática identificatoria, esa herencia del Edipo, que lograda, produce una ruptura con la letalidad del soporte materno, aunque también introduce otro impasse.
Freud concluye en 1932 que los padres trasmiten su propio Superyo parental, un Superyo que al mismo tiempo que produce una pacificación arrastra con ella un cuantum de reproches, con un nivel de exigencias mucho más punitivas que las que pide la conciencia moral, es más, "cada renuncia a la satisfacción pulsional refuerza la severidad del Superyo" (3)
Esta frase tan reveladora justifica decir que el Superyo encuentra su lugar en Lacan con el nombre de goce, un goce que constituye un Bien para el sujeto, incluso un bien absoluto, pero un bien separado de su bienestar. (4)
Este Soberano Bien, emparentado con la pulsión de muerte, que es Das-Ding, que es la madre, que es el objeto incestuoso, es un bien interdicto. Interdicto por la ley paterna que regula la distancia necesaria, distancia que de borrarse hace emerger el Superyo vociferando más allá del Otro que exige lo imposible.
Ley del padre, regulación que prohíbe el goce, pero también mandato que obliga al goce prohibido "nadie obliga a nadie a gozar salvo el Superyo. El Superyo es el imperativo del goce ¡Goza!" (5). Imperativo paradojal ya que equivale a una interdicción porque gozar, según la definición de Lacan, es imposible a quien habla.
Dice Miller en las Conferencias Caraqueñas que "si el Superyo le interesa a Lacan es precisamente porque es una función que hace contrapunto a la del Nombre del Padre", es entonces una ley insensata, arbitraria, más cercana al Deseo de la Madre como capricho sin ley.
Es en la inconsistencia de S (A/) tachado que se hará oír la voz del Superyo, esa voz, objeto a, que queda como residuo de esa complejidad inaugural del sujeto que tiene que constituirse en el campo del Otro, esa incorporación del órgano del lenguaje que plasma la división del sujeto.
Es allí, en esa vacuidad, en ese lugar vacío, donde ningún significante puede dar cuenta, que la maldición del superyó como pulsión de muerte, encuentra su lugar.


La culpa como triunfo del Dios Padre
Freud definió la sociedad a partir de un mito: el de un crimen primordial en el origen de la ley, es así como presenta "la culpa humana universal", la del hijo, por el asesinato del proto-padre. Esta culpa universal es la respuesta del hijo para disculpar al padre de sus pecados, para intentar hacer del padre el triunfo del Dios-padre.
"A la frase Dios ha muerto le corresponde ya nada está permitido" (Lacan, Seminario XVII pag. 117), frase indicada por Lacan como "la clave del goce". Existe allí una equivalencia, en términos freudianos entre el padre muerto y el goce, convirtiéndose así, el padre real, en operador estructural, en tanto se presenta como signo de lo imposible.
Pasaje en Lacan, del mito a la estructura, el padre real como efecto del lenguaje, agente de la castración. Lacán más allá de Freud... los hijos son primero hijos del significante antes que ser hijos de su padre.
Por esta operación real introducida por la incidencia del lenguaje, sólo queda causa del deseo, objeto a, y el fantasma dominando toda la realidad del deseo, es decir: la ley.
Lacan sobre el mito freudiano, hace surgir la castración del Otro y el carácter mortífero que esto tiene.
Si la culpa refiere en Freud a la ley, a la ley de interdicción del incesto, en Lacan ella remite al lenguaje mismo, el hombre se volvería culpable para conservar la creencia de que todo podría decirse.
Con el surgimiento de la culpa, que Freud llamó necesidad de castigo, articulado al masoquismo moral como otro nombre para la neurosis de fracaso, lo que el sujeto intenta es resguardar lo peor del padre : su inexistencia como fundamento de la Ley. Por esta vía, la necesidad de castigo queda articulada al sufrimiento.
¿Cuál es la orden del Superyo?
"Precisamente se origina en ese padre original más que mítico, de ese llamado como tal al goce puro, es decir, a la no castración". (6)
Poliformismo de la culpa, que en la Lectura del Seminario 5 de Jacques Lacan, llevó a J-A. Miller y a Eric Laurent a debatir acerca de ella.
Para Lacan la culpa, en esa época de su enseñanza, "es una demanda sentida como prohibida" concluyendo que es una demanda sentida como prohibida porque mata al deseo. "...El obsesivo está condenado a sostener su batalla de salvación por su autonomía subjetiva (...) en el nivel de deseo, todo lo que aparece ahí, incluso bajo una forma denegada, va unido a esta aura de culpabilidad" (7)
En el punto donde la culpa se inscribe en la relación del deseo con la demanda, se hace posible ubicar la marca de la represión, pero velando el trazo de goce que produce el horror de la castración que es de lo que el sujeto no quiere saber nada. .
Si es posible ubicar el sentimiento de culpabilidad como efecto del significante, para disculpar al Otro, para hacerlo consistente, para seguir amándolo, no hay que olvidar que este sentimiento también muestra sus miserias en otro lugar de lo que oculta.
En Televisión dice Lacan "...no es en el mal sino en el bien, que se engendra la culpabilidad. Imposible reconocerse ahí dentro sin el atisbo de lo que quiere decir la castración". Nudo de culpa y castración.
La culpa articulada al deseo y al goce.
Del lado del deseo "se sabe que el deseo más exactamente se sostiene gracias a un fantasma, uno de cuyos pies por lo menos, está en el Otro" (8), del lado del goce aparece la voz como lo inasimilable al significante, como mandato imposible de goce, como deuda imposible de saldar, ahí el Superyo.
Para que se efectúe la castración hace falta la ley que funde el deseo, pero en el mismo movimiento aparece el eco de un goce fuera de esta misma ley.

De la culpa a la responsabilidad
En la clínica, la culpa como lugar de la estructura, se puede manifestar solapada o estrepitosamente, nunca mejor que en la inhibición como miseria neurótica. Como culpa consciente, tan esporádica en la histérica que hizo de ella un "alma bella" o culpa hiperexpresa en el obsesivo. Como culpa inconsciente en posiciones victimales, sacrificiales y reinvindicativas o en la conciencia moral.
Lacan dirá que hay una "deuda simbólica de la que el sujeto es responsable como sujeto de la palabra" (9), posición subjetiva de la que hay que responsabilizarse, indicando allí una distancia.
Si el sentimiento de culpabilidad, revela desde el yo al sujeto su miseria, también vela la verdad que ella conlleva, dejando intactas la vías del goce.
En ese lugar, el sujeto siempre supone un otro enjuiciadador, que no es otro que la figura del padre "...todo hombre nacido de un padre, del que se nos dice que como está muerto, él –el hombre, no goza de lo que tiene que gozar" (10)
Por otro lado, si la maldición del Superyo se establece en el desfallecimiento inaugural impulsando al goce como lo único que quedaría para vivir:
¿Cómo salir de ese impasse?
Transitar un análisis es ir de la culpabilidad a la responsabilidad.
Responsable de ese rasgo de goce que la culpa oculta, posibilidad de dejar de pedir disculpas para pasar a estar advertido de lo que se goza.
Si el sujeto está advertido de lo que goza, con eso sabrá hacer, sabrá hacer con su síntoma, síntoma anudado al goce pulsional.
Miller, en el seminario "El lugar y el lazo" hace lugar a un pequeño escrito de Lacan, donde éste dice: "finalmente el pase, cuando uno lo pasa, es una historia que se cuenta".
El pase como construcción, como artificio, que tiene que ver con el arte y donde se demuestra un saber hacer. Pasaje del carácter al estilo, de lo necesario a lo contingente, del amor al Padre a un nuevo amor... posibilidad de ir más allá de la repetición.


* Autorizado por la autora para su publicación en www.hipermodernidad.blogspot.com
** Adherente de la Escuela de la Orientación Lacaniana Sección Rosario (EOL - Argentina).

Notas
1. Miller, J.A.: Salud Mental y orden público. Uno por Uno.
2. Negri, María Ines: Culpa o responsabilidad. Caldero 63
3. Freud, S.: Malestar en la cultura. Amorrortu T. 2l
4. Miller, J.A.: Clínica del superyó. Recorrido de Lacan.Conferencias caraqueñas
5. Lacan, Jacques: Seminario XX. Aun
6. Lacan, Jacques: Seminario XVIII. De un discurso que no sería del semblante. Inédito
7. Lacan, Jacques: Seminario V. Las formaciones del Inconsciente. Pag. 508
8. Lacan, Jacques: Kant con Sade. Escritos II. Pag 760
9. Lacan, Jacques: La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud. Escritos I. Pag 4l7
10. Lacan, Jacques: Seminario XVII. El reverso del psicoanálisis. Pag. 130

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