30.3.05

PSICOANÁLISIS Y CIENCIA: El vacío del sujeto y el exceso de los objetos *

Por Eric Laurent **

¿El psicoanálisis es una ciencia? ¿Cómo se inscribe entre las ciencias? Estas preguntas cruciales se repiten en la enseñanza de Lacan. A medida que se repiten reciben distintas respuestas. No vamos a considerarlas a todas -no nos proponemos ser exhaustivos. Vamos a centramos en un solo punto: cómo Lacan pone en cuestión, en nombre del psicoanálisis, el clásico postulado epistemológico que pretende definir una ciencia por su objeto.


Cuando Lacan interviene en el psicoanálisis, éste es el objeto de un vivo debate: ¿el psicoanálisis es una ciencia de la naturaleza o una ciencia de la cultura? La escuela psicoanalítica húngara, con el etnólogo Geza Roheim y el biólogo Michael Balint, está especialmente dividida por este tipo de debates. Con la aventura de W. Reich, los vieneses encuentran otra manera, más política y social, de explorar los postulados científicos de la disciplina freudiana. Desde los años veinte hasta su muerte, Freud no cesó de definir el psicoanálisis a partir de la civilización y su malestar. Sin renunciar de ninguna manera al carácter oscuro (1) de la pulsión, con un pie en la biología y un ala en la gramática, Freud mantiene abierta la perspectiva transindividual del psicoanálisis. El pasado y el presente de modos colectivos de organización -religión y política- son para Freud indisociables del psicoanálisis, cuya misión curativa es más global que individual. La paradoja de su modo operatorio, en el caso por caso, sólo es aparente.

Al final de los años treinta, Lacan establece su punto de partida epistemológico en dos textos, uno de 1936 y el otro de 1938. En "Más allá del principio de realidad", propone el término de "complejo" como "lo más concreto y lo más fecundo que ha sido aportado en el estudio del comportamiento humano, en oposición al concepto de instinto, que se había revelado hasta ahora en ese dominio tan inadecuado como estéril" (2). Dos años más tarde, en "Los complejos familiares" agrega que, en esta oposición se reconocía, "traducido en términos psicológicos [...] ese carácter esencial del objeto estudiado: su condicionamiento por los factores culturales, a expensas de los factores naturales" (3). Este "a expensas", hoy parece ser el término clave. A Lacan le repugna considerar una de las ramas de la alternativa cultura/naturaleza y al contrario propone, mantener la predominancia de la relación al semejante en la medida en que el hombre es, de entrada, un animal "desnaturalizado", exilado de la felicidad de la unión con la naturaleza por la miseria vital de sus primeros años. Esta primera proposición tiene numerosas repercusiones; por nuestra parte nosotros nos limitaremos a interrogar esta separación absoluta entre las ciencias de la naturaleza y las de la cultura, para determinar el objeto del psicoanálisis. En este punto probablemente ya encontraremos las premisas de eso que Lacan establece en su texto de 1965, "La ciencia y la verdad", avanzando en una dirección diferente cuando formula que "la oposición de las ciencias exactas a las ciencias conjeturales no se puede sostener más" (4) actualmente.

De esta manera, desde su entrada en el psicoanálisis, Lacan pone en peligro el confort intelectual de aquellos que creían que una vaga referencia a la biología bastaba y que cualquiera fuesen los progresos de esta ciencia y sus desplazamientos, el modelo Bruckel Helmholtz adoptado por Freud al inicio de su obra era suficiente para mantener el anclaje del psicoanálisis en la ciencia. En todo caso, vemos que el punto de vista de Lacan, en ningún caso se puede reducir a una proposición culturalista, pero que consiste más bien en una subversión de todo el mito de la naturalidad en el seno del psicoanálisis.

El paso decisivo de los años cincuenta, al que J-A. Miller ha llamado "la hipótesis de Lacan sobre el inconsciente", la definición del inconsciente como estructurado, ya no por el complejo o por la imago sino "como un lenguaje", radicalizará la cuestión epistemológica. A partir de ahí el horizonte científico del psicoanálisis se deberá buscar en los saberes producidos por la formalización de los discursos: lenguajes y lógicas. Hasta el punto, siempre actual, que ciencias exactas y ciencias conjeturales -según la terminología propuesta por Lacan- se unen.

Nos limitaremos hoy a formular dos observaciones sobre el desarrollo epistemológico de Lacan. El primero se refiere al modo de vida introducido por lo que Lacan llama el sujeto de la ciencia. El segundo, a la relación que mantiene el "sujeto de la pulsión" con el exceso engendrado por los objetos producidos por la ciencia.

El sujeto de la ciencia y el vacío
Según una cierta corriente epistemológica, las ciencias sólo se pueden definir por la relación que ellas mantienen con el saber local que desarrollan. Para otras corrientes, es posible establecer, al lado de la pluralidad de las ciencias, la relación de la ciencia con el más allá de los saberes: la verdad.

Karl Popper y sus alumnos han sabido imponer una singularidad en el ambiente anglosajón, que se presentaba como desfavorable. Para Sir Karl, un enunciado es científico si una experiencia reglada lo puede invalidar. A la tesis según la cual la ciencia es un conjunto de afirmaciones sobre el saber, él ha opuesto esta otra: "es científico lo que puede ser calificado como falso". De esta forma situó la posición de la verdad en la ciencia. Para deducir enseguida que la ciencia persigue y lleva a su punto culmine la tarea de la ciencia del ser, y que la verdadera actividad filosófica de nuestro tiempo es la epistemología tal como él la practica.

También J. Lacan eligió considerar los lazos de la ciencia y la verdad, pero para deducir de esto algo muy diferente. De acuerdo con la epistemología francesa, tal como Bachelard y Koyré la han desarrollado, insiste en la discontinuidad radical introducida por la irrupción en el siglo XVI de la física matemática que ha establecido, después de Galileo, un nuevo régimen de la actividad científica en general. Las ciencias como actividad intelectual, existen desde antes: los cálculos de los astrólogos chinos, caldeos y egipcios, no han esperado el "siglo del genio", como tampoco los geómetras griegos. La física y la química china, capaces de producir bronce y cañones notables, además de la pólvora, asegurando así el éxito de los ejércitos del Imperio del Medio, no esperaron a la física matemática. Needlham supo demostrar, en sus estudios sobre la ciencia china, a qué punto la física y la química precediendo la ciencia tenían aptitudes experimentales.

Lo que estaba en juego con Galileo es muy diferente. A partir del momento en que se produce la conjunción de las preocupaciones de los poceros de Florencia con los cálculos matemáticos al margen de la voluntad del amo, la ciencia penetra en el mundo sublunar (5) de una manera que escapa a todo discurso que pretenderá dominarla. La ciencia no tiene ni siquiera necesidad de héroes o mártires para asegurar su expansión; aparentemente le basta con estar abierta a cualquiera que pase por sus escrituras. En su Galileo Galilei, Bertold Brecht ha cernido de manera notable el cambio profundo operado por la ciencia en las figuras tradicionales del gran hombre.

Lacan acepta pero para radicalizarlo. El "corte epistemológico" de la epistemología francesa, que había quedado atascada en la tarea de explicar el nuevo estatuto de la ciencia en este mundo –para explicarlo se había quedado demasiado pegada a la reducción por la cual cada ciencia define su objeto. En efecto, la epistemología se asegura que ninguna ciencia sea ciencia de todo, describiendo su lenta reducción desde el enorme campo al cual se ha confrontado en el inicio, hasta obtener un objeto limitado.

En los términos mismos de Bachelard, la ciencia va de lo complejo a lo simple, y Koyré ha mostrado que la definición del objeto de la física supone la invención de un concepto nuevo: la aceleración, así como la definición de un nuevo movimiento, el movimiento acelerado uniformemente. Si bien Lacan recibe favorablemente los resultados obtenidos por esta proposición, la considera insuficiente y la cuestiona de forma explícita en 1965: "porque que yo sepa [esta epistemología] no ha dado cuentas plenamente por este medio de esta mutación decisiva que por la vía de la física ha fundado la ciencia en el sentido moderno, sentido que se plantea como absoluto" (6).

A la diversidad de los objetos en juego en las diferentes ciencias, Lacan opone "una modificación [radical] en nuestra posición de sujeto, en el doble sentido: que ella ahí es inaugural y que la ciencia la refuerza siempre más" (7). En 1964, Lacan se pregunta que sería una ciencia que pudiera incluir al psicoanálisis. El año siguiente, hace un paso hacia esta inclusión al avanzar el concepto de "sujeto de la ciencia".

Su punto de partida consiste en reconsiderar el cogito cartesiano, definido como momento de "desfiladero de un rechazo de todo saber". El término de rechazo toma todo su peso porque Lacan lo utiliza para la psicosis, por otro lado, a lo largo de su enseñanza ha resaltado las relaciones entre la ciencia y la psicosis. Esto no implica confundirlas sino que la psicosis y la ciencia tienen el mismo modelo que la neurosis obsesiva y la religión.

Lacan lee la primera meditación de Descartes como el rechazo del saber, que supone su reaparición en el ser del sujeto, bajo la forma del "yo soy", que ''pretende fundar para el sujeto un cierto amarre en el ser, de donde nosotros sostenemos que constituye el sujeto de la ciencia" (8). Lo que Lacan entiende por este término es un modo radicalmente nuevo de concebir el sujeto: como el producto de una operación que concierne estrictamente el saber.

Provisto de este "sujeto de la ciencia" Lacan ha podido releer el Freud de "El clivaje del sujeto y los procesos de defensa" y de "La pérdida de realidad en la neurosis y en la psicosis". En efecto Freud define el clivaje del sujeto como una operación que concierne el saber a propósito de la existencia del pene materno. De la estructura lógica del sujeto fetichista se deduce su lugar en el ser. "La pérdida de realidad en la neurosis y en la psicosis" establece el mismo movimiento, entre rechazo y anclaje. Freud subraya, lo que se pierde en la psicosis no puede ser distinguido de lo que vuelve a este lugar. Los fenómenos negativos no son más que un tiempo de los fenómenos productivos.

La división, así considerada, a partir del rechazo ha permitido a Lacan desestimar una cierta lectura del término "realidad psíquica" en Freud. Esta lectura consistía en oponerla a la realidad "perceptible" por el sistema percepción-conciencia, de tal manera que bastaría con rectificar la relación del sujeto a su realidad psíquica, entendida como los fantasmas, para que acceda a la realidad tal como es y como nos informan los sense data. El marco fundamental del sujeto no es la percepción de algo que ya estaría presente, sino más bien de algo que viene al lugar de eso que ha sido puesto en duda, rechazado. Ese marco está hecho de lo que fue bejahgt, admitido, y de lo que fue rechazado, aussgestossen, de acuerdo con los términos que Freud emplea en "Die Verneinung". Lo real de la posición del sujeto, su lugar en el ser (acá admitiremos la equivalencia de dos formulaciones, aunque las discutamos) dependen, no de la positividad de una percepción, sino de un movimiento de rechazo previo. Esto no implica confundirlos.

En esta lectura de Freud, el lazo entre ciencia y psicoanálisis se funda en la identidad de la operación del "sujeto de la ciencia" y del sujeto del inconsciente. El inconsciente psicoanalítico, fundado en la división del sujeto, nunca podría haber surgido antes de la experiencia científica. El hombre del humanismo renacentista, no conduce al psicoanálisis a pesar de su preocupación por el amor; es más vale el hombre pascaliano y la matematización de la experiencia humana por la conjetura de las posibilidades que nos conducirá al psicoanálisis.

El saber no se obtiene en nombre del hombre, sino en nombre del sujeto ligado a un saber que se demuestra que ya estaba ahí, de entrada. Para que se pueda creer en él, para que se crea en el inconsciente, será necesario que la ciencia descubra un saber ordenado, a un grado antes impensable. Lacan precisa su perspectiva en su "Nota italiana" de 1974. Lo que es crucial en la ciencia no reside en su modo de transmisión por el materna, sino en lo que se rehusa a éste, en eso que sin cesar se escapa y permite nuevas refutaciones. Lacan utiliza así el término popperiano de refutación, para anudar refutación y rechazo. "Creer que la ciencia es verdadera bajo el pretexto de que es transmisible (matemáticamente) es una idea propiamente delirante que cada uno de sus pasos refuta, rechazando a las viejas lunas una primera formulación. No hay de ese hecho ningún progreso que sea notable a no ser de saber la continuación" (9). Esta constatación da cuenta de la creencia de los verdaderos investigadores: para ellos el saber fue puesto en lo real, escrito en lenguaje matemático, por Dios mismo. Newton afirmaba leer el gran libro divino con su mecánica, de la misma forma que él habría leído el libro de Daniel. Contrariamente a lo que se ha creído durante un tiempo en el siglo XIX, no sólo los grandes físicos no son espontáneamente ateos, sino que además parece especialmente difícil que devengan ateos.

La razón del reconocimiento del psicoanálisis es su articulación, no con las creencias de los sabios, sino con el "sujeto de la ciencia". Freud no es el hombre de una época, aunque ésta fue cientista, sino un hombre de todo tiempo -para parafrasear a un Ben Johnson hablando de Shakespeare- en la medida en que, según Lacan, Freud ha anudado el inconsciente con el sujeto de la ciencia. Freud ha salido del impasse del espíritu vienés "fin de siglo" al inventar este concepto nuevo: el sujeto dividido.

¿Dónde se encuentra este sujeto? ¿Cuál es su modo de ser? Lo más contrario a la orientación lacaniana -título del curso de J. A. Miller- sería dar cuerpo al sujeto del inconsciente haciendo de él un homúnculo. El error, el "obstáculo epistemológico" contra el cual se han chocado las otras disciplinas antes del psicoanálisis, es pretender "encarnarlo", según el término teleológico que utiliza Lacan. Por ejemplo cuando, por considerar los grupos de permutación de un cierto número de enunciados que configuran la estructura de un mito, se les atribuye una mentalidad prelógica. Lo mismo sucede cuando el niño de Piaget, que pasa de una orientación topológica, en lo que concierne el mundo, a un espacio métrico, es calificado de la misma manera. Podríamos agregar el niño de la psicolingüística.

Es precisamente ahí en donde el sujeto ha estado lo más "desencarnado": en la teoría de los juegos, la lingüística y sobre todo la lógica, que ha tenido lugar un acceso a un saber nuevo. Es lo que Lacan llama, en 1965, la "marca del estructuralismo", es el rechazo de la encarnación del sujeto supuesto saber, que subsiste bajo un modo de presencia particular, cuya mejor aproximación es el teorema de incompletud de Gödel. El mentado teorema demuestra cómo en un sistema tan bien definido como la aritmética, habrá siempre enunciados verdaderos indemostrables. J-A. Miller ha propuesto, en 1964, el término de sutura (imposible) entre el saber y la verdad, para designar ese fenómeno.

La marca de la incidencia de ese sujeto en una disciplina dada, que propone Lacan, es "un modo muy especial del sujeto, para el cual sólo encontramos índice topológico […] [un sujeto] en exclusión interna a su objeto" (10). Ese sujeto producto de una verdad que se reserva al saber, surge reenviado como un alga que se choca contra las rocas en una cascada barroca. El psicoanálisis da acceso, en la cura, a una cierta práctica de ese sujeto, en la medida en que él adquiere en ella un estatuto ético. Lacan podrá decir en su "Acta de fundación" de 1964 "una práctica de la teoría es requerida, sin la cual el orden de afinidades que describen las ciencias que llamamos conjeturales quedará a la merced de una deriva política que se alza de la ilusión de un condicionamiento universal" (11). Bien que el psicoanálisis no admita otro sujeto que el sujeto de la ciencia, constata que el "para todos" que supone la aplicación de la ciencia produce en el amo la ilusión de un tratamiento universal. Mientras tanto la multiplicación de medios de cálculo por computadora permite tratar conjuntos cada vez más vastos. Esta ilusión de dominio provoca, en espejo, la ilusión del sujeto neurótico que lucha para "no ser un número" y para conservar su excepción, llevándola al colmo en la rabia narcisista o en la insurrección histérica, o también en el sabotaje obsesivo que aspirando a la paz del número, lo retoca sin cesar y se equivoca ritualmente en el cálculo.

El sujeto del inconsciente es para todos, pero los hechos del deseo y las respuestas del goce son singulares. Lacan, sirviéndose de la distinción de cuantificadores lógicos de lo universal y de lo existencial, lleva al extremo esta dialéctica hasta mostrar que no solamente el universal no implica que exista uno, sino también que la existencia es una objeción al para todos de lo universal. En lo que se refiere a la existencia del psicoanálisis esta dialéctica es llevada a su colmo.

La existencia del analista y el exceso de los objetos de la ciencia
En la "Nota italiana" de 1974, Lacan indica que Freud, creando la Asociación Internacional de Psicoanálisis, hace existir la función del analista en nuestro mundo. Hoy "hay analista (il y a de l'analyste)" en funcionamiento. Pero ¿existe uno, o sólo hay funcionarios del psicoanálisis, sirvientes de un misterio que los sobrepasa a todos? Para responder a esta pregunta, no vamos a partir de una definición ideal de la función, sino del resultado de su puesta en marcha, es decir del objeto a que se produce como desecho de la operación analítica, límite y punto de tope del dominio de aplicación de la función.

El psicoanálisis como práctica de la desidentificación, como ruptura por el desencadenamiento del sujeto del inconsciente de las identificaciones establecidas, produce un vacío y deja un resto en esta operación. Esta operación permite al sujeto psicoanalizante nuevas posibilidades. El saber sobre su goce que el sujeto produce le puede permitir dar el "soporte [en el fantasma] a las realizaciones más efectivas -y también a las realidades más atractivas" (12). Pero en el psicoanálisis, si es conducida hasta su fin, se trata de ir más allá, hasta el punto en donde se separan los objetos del fantasma y el ser del sujeto. Podemos ilustrarlo sirviéndonos del cuadro que aparece en la tapa del Seminario XI, "Los embajadores" de Holbein. No se trata de agregar un truco más en la estantería de atrás, sino de percibir la cabeza de muerto que está en anamorfosis en el cuadro.

En su Seminario "El reverso del psicoanálisis" cuatro años antes de la "Nota italiana", Lacan pone de relieve de una forma diferente el mismo punto en donde se cruzan la producción de los objetos para la ciencia y la producción del objeto para el psicoanálisis. En el capítulo XI, titulado "Los surcos de la alestósfera", partimos de una observación sobre los objetos producidos por la ciencia. La ciencia permite ver, no los objetos ya presentes previamente, sino los objetos que ella misma produce, resultados de su propia operación. Lacan toma partido decididamente por una epistemología racional que genera el desarrollo de la ciencia a partir de los resultados de su cálculo. La ciencia agrega objetos a lo real, de ahí el término que Lacan inventa opercibir, mixto de operar y de percibir. ¿Cómo el sujeto se liga a estas producciones ya que no lo hace por medio de los sentidos de la percepción? El ejemplo que toma es el de los astronautas. En el espacio, están amarrados a la tierra por ondas que alimentan permanentemente sus calculadoras y les permiten saber dónde se encuentran y lo que pueden hacer. De todas formas se limitan a mantener intercambios de palabras que son muy pobres en información. Esta participación de la voz les permite, dice Lacan, aunque no haya ninguna percepción de las ondas que pueblan el universo y que son producidas por la ciencia, "sostenerse el periné", o como se dice púdicamente, mantener la moral. A lo largo de su misión estarán seguros que son hombres y mujeres.

Tenemos entonces la siguiente secuencia: la ciencia fabrica el objeto onda y enseguida se encuentra la forma de unir el sujeto a este objeto gracias a la voz. Es eso que ella oculta con un completo engaño para mantener a este sujeto instituido. El psicoanálisis por su parte debe operar en esta rebotadura mediante el dar la voz por todos lados para mantenerse en las producciones que opera la ciencia. Ese es el saber que puede aportar el psicoanálisis en un mundo en donde el discurso del capitalismo, alentado hoy por la ciencia, expande lo que podemos llamar estos gadgets innombrables que ahogan la verdad del goce del sujeto.

Si el psicoanálisis puede proceder a contra pelo de este exceso de producción de objetos, sólo lo puede hacer siguiendo la vía del surco trazado por la ciencia. Es agregándose al mundo como el resultado de una operación que el psicoanálisis puede testimoniar del destino de la pulsión tal como él se elabora en un psicoanálisis. Se trata de obtener, más allá de la significación fálica, cómo la transmisión del atravesamiento del fantasma se puede hacer, fuera de sentido. En estas dos vertientes, la del vacío del sujeto de la ciencia y la del exceso de los objetos que ella produce, el psicoanálisis se confronta con el horizonte de su ética. Se trata para el psicoanálisis, de romper con lo imaginario como los matemáticos y luego los griegos han podido romper con la figura. El inventario de lo imaginario ya ha sido hecho. Lacan termina así su "Nota italiana": "El saber por Freud designado del inconsciente, es lo que inventa el humus humano para su perennidad de generación en generación, y ahora que ha sido inventariado, se sabe que da pruebas de una terrible falta de imaginación" (13). El agotamiento de los fantasmas es algo ya hecho. De ahí el deseo de "enganchar un órgano en el aparato". No de enganchar a las ondas un micrófono con una voz o una pantalla de televisión para alimentar al ojo, sino enganchar algo lógico en el dispositivo producido por el psicoanálisis.

La única prueba del efecto que el psicoanálisis produce sobre la manera en la cual una época vive la pulsión es de verificarlo por el resultado de un psicoanálisis. Es lo que determina el pase como experiencia y como dispositivo que debe contribuir al pase del psicoanálisis hacia la ciencia. El pase es la marca que permite verificar lo que un sujeto opercibe de lo sexual.


* "Psychanalyse et science: le vide du sujet et l'excés des objets", texto publicado en la revista Quarto n° 56, periódico trimestral de l'Ecole de la Cause Freudienne-ACF en Bélgica, diciembre de 1994. Publicado en Revista Lazos/4 – Nueva Serie – EOL Rosario.

** Miembro de la École de la Cause Freudienne (ECF - Francia) – Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Texto autorizado pero no revisado por el autor para su publicación en
www.hipermodernidad.blospot.com. Traducción libre de Marcela Errecondo.

Notas
1. N. de T.: en el texto en francés: au caractere "chauve-souris" de la pulsion; "chauve-souris" significa murciélago y se dice de algo que se mantiene en la oscuridad, que no está totalmente esclarecido. De ahí el juego de palabras: con un pie en la biología y un ala en la gramática.
2. J. Lacan, "Más allá del Principio de Realidad", Escritos 1, pág. 83, 14° edición en castellano, 2° reimpresión, Siglo XXI, Argentina 1988.
3. J. Lacan, "El complejo, factor concreto de la psicología familiar", La familia, pág. 13-14, Editorial Axis, Argentina 1975.
4. J. Lacan, "La ciencia y la verdad", Escritos 2, pág. 841, 14° ed., Siglo XXI, Argentina 1987.
5. N. de T.: figurativo de la Tierra
6. Ibidem, pág. 834.
7. Ibidem, pág. 834.
8. Ibidem, pág. 835.
9. J. Lacan, "Nota Italiana", Uno por Uno, N° 17, pág. 17.
10. J. Lacan, "La ciencia y la verdad", Escritos 2, pág. 840, 14° edición en castellano, Siglo XXI, Argentina 1998.
11. J. Lacan, "Acta de fundación", Escansión 1, Nueva Serie, pág. 10. Editorial Manantial, Buenos Aires, julio 1989.
12. J. Lacan, "Nota italiana", Uno por Uno, N° 17, pág. 17.
13. J. Lacan, idem, pág. 18.


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