Por Martha González **
Voy a comenzar este capítulo recordando una frase de J. Lacan de "Los nombres del padre": "Si la teoría y praxis del psicoanálisis se nos aparecen hoy detenidas, es por no haber osado en esta cuestión ir más lejos que Freud". Haciendo referencia con esta cuestión al mito del padre en el centro de la doctrina freudiana.
Frase que puede servir de gozne entre esos 10 primeros años de la enseñanza de Lacan calificados de retorno a Freud y la nueva perspectiva que abre a partir de aquí: su nueva Escuela, su propio banquete, valiéndose del nombre del padre.
El cuestionamiento de Lacan a Freud referido a la dirección de la cura no esta deslindado de la crítica a la institución, al poder institucional.
En este capítulo VIII, Jacques-Alain Miller va a tratar de la vertiente institucional, de la manera de arreglárselas entre sí de los analistas.
Comienza refiriéndose al Coloquio en el que se conmemoró la disolución de 1980 y la creación de la ECF. Recordemos que en 1980 Lacan, para impedir que su Escuela, la Escuela Freudiana de París, creada por él en 1964, se constituya como un grupo institucional consolidado, la disuelve. Propone otra experiencia, funda la Escuela de la Causa Freudiana, la última que dejó a quienes lo siguieron.
Así, después de otro año de crisis, 1989, Miller aborda como contrapunto el tema de la cortesía. Habiendo escuchado a los analistas que se proponían ser corteses, es "que admitían un disentimiento y se comprometían, entonces, a cierta tolerancia, aunque no a una paz asociativa tipo IPA más del lado de la esclerosis y el crispamiento que de la urbanidad".
No va a tratar sobre la cortesía entre analista y analizante, de la civilidad en la cura, sino de la cortesía entre analistas, pues "el problema de la sociedad analítica es cómo pasar del estado salvaje entre analistas al lazo socia". Ocurre que, en nombre de la cura, que sería para Lacan "un lazo social limpio de cualquier necesidad de grupo", los analistas se consideran "libres de comportarse mal, sin civilidad en el grupo, groseramente, ¿no se aguantan acaso?: la jauría de los analistas".
Pero no hay que confundir la cura con el grupo. Freud en Psicología de las masas dice: "La relación del individuo con su médico, objeto de la investigación psicoanalítica, puede aspirar a ser considerada como fenómeno social, situándose en oposición a otros procesos, denominados por nosotros narcisistas, en los que la satisfacción de los instintos elude la influencia de otras personas. De este modo, la oposición entre actos anímicos sociales y narcisistas cae dentro de los dominios de la psicología individual y no justifica una diferenciación entre ésta y la psicología social o colectiva". Si bien Freud dice esto y, si bien Psicología de las masas descubre lo que enseña la cura analítica sobre el grupo, esto no significa que haya confusión entre cura y grupo.
Lacan afirmó que su empresa era desesperada, pues es imposible que los analistas formen grupo, era una empresa basada en la "ausencia de esperanza" pero, al mismo tiempo, orientada en contra del "cada uno para si", del cinismo analítico. Recordemos que Lacan no oculta que se consagró a un círculo de sujetos "cuya elección parecía la del amor, como él, hecho de azar" y, cuando crea la ECF, se dirige "a los que todavía me aman".
Entonces, ¿cómo pasar del estado salvaje entre analistas al lazo social? En primer lugar, el modelo freudiano, más próximo a Tótem y Tabú que a Psicología de las masas, de las sociedades IPA. Miller parte de la distinción entre dos identificaciones, la horizontal que liga a los semejantes, imaginaria y otra vertical que se establece sobre un no semejante a los otros, identificación simbólica ligada al ideal. Para llegar a constituir un todo social es necesario que opere el no semejante, "el más uno, el que esta fuera de la serie pero le pertenece y la cierra. De allí procede la jerarquía", lógica del lado hombre de las fórmulas de la sexuación. Con los hombres tenemos de entrada la ley del conjunto. "Se supera el estado dispersivo, salvaje, cada uno para si y contra los otros, siempre que un elemento más uno permita formar el conjunto de los otros, siendo el todos correlativo del Uno", bajo esta fórmula Freud planteó la sociedad IPA.
Es posible "que el propio deseo de Freud se encontrara realizado en este esquema social, el todos en su extensión máxima, internacional, y él preparándose en vida para ser el padre muerto". Como si el deseo de Freud por estar vinculado al nombre del padre, tuviera que ver más con un deseo de poder que de saber o, por lo menos, de salvar las insignias del poder, como dice Miller en "El deseo de Lacan", dictado año y medio después del Banquete.
El modelo dejado por Freud "sigue aguantando hasta hoy, aunque hay indicios de sospecha en sus integrantes de si sirve para la presencia del psicoanálisis en el mundo actual".
En cambio Lacan, en lugar de dejar todo ordenado, organizado y asegurado su lugar de "al menos uno", da un golpe y vuelve a sus discípulos a un estado casi dispersivo.
Recordemos: castigado por la IPA por haber tocado, cuestionado al Nombre del padre, a Freud como padre del psicoanálisis, su nombre es borrado de la lista de analistas didactas. Al día siguiente -noviembre de1963-, pronuncia la primera y única lección de su Seminario "Los nombres del padre" : a la barra sobre su nombre, responde la barra que él pone sobre el Nombre del Padre, relativizándolo con "los nombres del padre". En "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", que viene al lugar de "Los nombres del padre", Lacan continúa el cuestionamiento del deseo de Freud y vuelve a cuestionar ¿qué es el psicoanálisis?, ¿qué lo funda cómo praxis?, ¿cuál es el deseo del analista?, la formación del analista. Él llega a la Escuela Normal Superior, donde dicta este Seminario, en calidad de "refugiado" pero es, también , "el fin de su desierto": ese mismo año crea su Escuela Freudiana de París.
Luego de "Los cuatro conceptos…" y antes del tercer golpe que fue la disolución, hizo dos cosas : 1967, la Proposición del 9 de octubre, que fue otra sacudida, trajo dimisiones, etc. y, 1974, la reorganización del Departamento de psicoanálisis de la Universidad de París VIII, por la "debilidad ambiente que allí reinaba" respecto a la enseñanza y se lo confía a otros alumnos, entre ellos Jacques-Alain Miller.
El tercer golpe, 1980, la disolución de su EFP antes de que se consolidara como grupo institucional.
La Escuela de Lacan, esa experiencia inaugural para arreglárselas en forma diferente a Freud con los analistas y la transmisión del psicoanálisis, no es una continuidad del modelo freudiano sino que es, justamente, inaugural, una ruptura con el mismo y más acorde con la fórmula de la sexuación femenina, en la que no hay todo ni al menos uno, donde podríamos decir que la excepción es necesaria pero no suficiente.
Así, vamos introduciendo otra forma de pasar del estado salvaje al lazo social.
Lacan no desconoce la categoría del más uno; al contrario, la pone en evidencia a través de la fórmula del Cartel, propuesta en el Acta de fundación de su Escuela. Justamente, para vulgarizar el más uno, se arman muchas microsociedades, cada una con su más uno. Recordando que el más uno no es el líder ni maestro, ni que se limita a mirar cómo trabajan los demás, sino que debe venir con puntos de interrogación, "hacer agujeros en la cabeza", como dice Miller en la "Elaboración provocada", hacer trabajar pero trabajando él mismo, descompletando al cartel, no haciendo mas función que la de la falta.
O sea, pasamos de la lógica del todo y la excepción, el grupo y el líder, a la del no-todo. No será una persona sino un lugar de estructura. Lacan puso esto en el principio de su Escuela, un nuevo tipo de sociedad analítica capaz de prescindir del Nombre del Padre, de al menos uno, a condición de saber valerse de él, servirse del lugar estructural del Nombre del Padre como de una herramienta.
Esto es lo que se proclama en el banquete, que hay que ir más allá del Nombre del Padre, ¡hay que servirse de él!, pero el problema es cómo librarse del Nombre del Padrre. Miller recuerda al Sr. Valdemar y se divierte con la historia de Amadeo. El Caso del Sr. Valdemar -de Edgar Allan Poe-, que Lacan relata en "Situación del psicoanálisis en 1956", es el caso de "un hombre al que, por haber permanecido bajo la hipnosis durante el tiempo de su agonía ,le sucede que fallece sin que su cadáver deje por ello de mantenerse, bajo la acción del hipnotizador, no sólo en una aparente inmunidad a la disolución física, sino en la capacidad de atestiguar por medio de la palabra su atroz estado". Agrega Lacan : "tal metafóricamente, en su ser colectivo, la asociación creada por Freud se sobreviviría a sí misma, pero aquí es la voz la que la sostiene, la cual viene de un muerto".
Respecto a la obra de Ionesco, Miller se entretiene mucho con ella, se trata de un muerto bien muerto, pero eso no le impide crecer. Amadeo es quien intenta librarse de él, sacándolo de la casa pues ha crecido mucho y sucede que el muerto crecido empieza a enroscarse alrededor del cuerpo de Amadeo. Se amontona la gente, llega la policía, el muerto se convierte en una especie de paracaídas al revés que levanta a Amadeo, así este es elevado de la tierra por el Nombre del Padre y va gritando que él no quiere, que es contra su voluntad, que no es por su libre consentimiento, etc. Su mujer le dice que nunca va a ser serio, que aunque asciende, no se eleva en su estimación -este acto tercero de la obra de Ionesco "Amadeo o cómo salir del paso", está publicado en El Caldero de la Escuela Nº 84.
Como dice el mismo Freud en Tótem y tabú: "El padre muerto adquirió un poder mucho mayor del que había poseído en vida".
Después de esta ilustración sobre cómo el Nombre del Padre muerto puede crecer mucho en la muerte, como pasó con Freud y Lacan, vuelvo a la cuestión de la civilidad con respecto a los dos modelos, el ciudadano de la república analítica, ¿cómo ser ciudadano de ésta ? y ¿cómo hacer con el disentimiento?
Si el disentimiento se topa con un poder totalitario, se transforma en disidencia. El poder totalitario esta del lado del todo, "una sociedad es totalitaria cuando se quiere la cohesión del todo". Si la república analítica tiene este modelo, una de dos: o se disiente y escinde, o se deja fuera de discusión cualquier diferencia u opinión doctrinal y para conservar el lazo asociativo se habla...del tiempo: solución IPA.
Pero hay otra salida ante el disentimiento, por ejemplo, "el desacuerdo cortés" del cual se espera algo, apuro al otro y luego el otro me apura a mí y esto puede instruir en vez de neutralizar.
Miller pone el ejemplo de Eric. Laurent quien invitó a la disputa en el coloquio. Hay de la mejor y de la peor disputa. La crisis es un estado de disputa. Miller introduce la cuestión de la disolución.
La EFP disuelta por Lacan en 1980 "no pudo ser la contraexperiencia de la IPA, quizás por no haber sabido arreglárselas con el Nombre del Padre".
Ahora, había malestar en la ECF, no era una crisis de funcionamiento, por ahí iba muy bien, sino una "crisis ética, del querer ser". No se sabía cómo conectar la ética del análisis en la cura con el grupo analítico, el querer ser en la cura con el querer ser en el grupo. Entonces, hay disputa pero en su registro imaginario, o sea. querella, altercado, riña. Pero, que empieza a entenderse cuando se revela lo que hay de real en el asunto -otra acepción de disputa: lucha de emulación por la posesión de algo, lo que significa que hay agalma, algo precioso escondido- y que, en realidad, debería comenzar por la discusión de los puntos de doctrina, o sea en su nivel simbólico.
Ahora, la ventaja de esta crisis es que se percibió que con el amor no se juega, se empezó a hablar de amor, del amor por Lacan, por la Escuela, por el saber. ¿Es necesario o no?
Así, "el problema de la relación con el Nombre del Padre se plantea en términos de amor". La crisis, más que enfrentamientos personales, "es un enfrentamiento entre Eros y Tánatos, entre Eros y la pulsión de muerte que apunta a deshacer todo y volver al estado dispersivo".
La cuestión de la disolución no fue un capricho de Lacan, y aunque podría parecer que surgió como algo contingente, ahora se verifica necesaria. Cuando las relaciones personales entre los miembros se volvían imposibles era mejor disolver en intervalos regulares. Si esto es necesario, entonces hay que aprender a valerse de la disolución, usarla.
No se pueden desconocer los efectos de grupo: el significante tiene efectos de sujeto y efectos de grupo. Por lo que los analistas no deberían sentirse libres de comportarse mal en grupo, amparándose en nombre de la cura.
En este punto también podríamos recordar a Lacan en "Función y campo de la palabra", cuando dice: "¿manifestaría el psicoanálisis una ambición desmedida en aplicar sus principios a su propia corporación?, por ejemplo, ¿a la concepción que se forjan los psicoanalistas de sus relaciones con sus pares?"
Pues de lo que se trata es de incluir lo analítico en lo institucional y de saber interpretar, por ejemplo, al grupo: si se habla de represión o de síntoma de grupo, habría que hacerlo no sólo desde la denuncia sino sabiendo escuchar, interpretar y producir en el grupo un efecto de sujeto, un corte y cambio.
Al final del capítulo retoma lo que iba a desarrollar en éste y deja para los próximos: la transferencia de trabajo, recordando que Lacan habló de ella de manera muy precisa en el "Acta de fundación de su Escuela": "la enseñanza del psicoanálisis no puede transmitirse de un sujeto a otro, sino por los caminos de una transferencia de trabajo". Inducir en otro y en otro un trabajo que releve el suyo. Esto daría lugar a un conjunto que no le debe nada o casi nada al padre muerto, que sería el que se cruza de brazos mientras el otro trabaja. Aquí, como ya lo vimos antes, en el Cartel se trata de inducir a otros a trabajar, sirviendo de ejemplo. Esto da una escuela de trabajo, opuesta a una sociedad dirigida por gente que trabajó y se jubiló. En esta escuela construida y animada por esta transferencia y no por la identificación, uno no se jubila.
En síntesis, partiendo de la cuestión de la civilidad entre analistas, de cómo pasar del estado salvaje al lazo social, Jacques-Alain Miller nos muestra dos modelos, dos formas, una del lado del Nombre del Padre y otra valiéndose de él.
Nombre del Padre
Voy a comenzar este capítulo recordando una frase de J. Lacan de "Los nombres del padre": "Si la teoría y praxis del psicoanálisis se nos aparecen hoy detenidas, es por no haber osado en esta cuestión ir más lejos que Freud". Haciendo referencia con esta cuestión al mito del padre en el centro de la doctrina freudiana.
Frase que puede servir de gozne entre esos 10 primeros años de la enseñanza de Lacan calificados de retorno a Freud y la nueva perspectiva que abre a partir de aquí: su nueva Escuela, su propio banquete, valiéndose del nombre del padre.
El cuestionamiento de Lacan a Freud referido a la dirección de la cura no esta deslindado de la crítica a la institución, al poder institucional.
En este capítulo VIII, Jacques-Alain Miller va a tratar de la vertiente institucional, de la manera de arreglárselas entre sí de los analistas.
Comienza refiriéndose al Coloquio en el que se conmemoró la disolución de 1980 y la creación de la ECF. Recordemos que en 1980 Lacan, para impedir que su Escuela, la Escuela Freudiana de París, creada por él en 1964, se constituya como un grupo institucional consolidado, la disuelve. Propone otra experiencia, funda la Escuela de la Causa Freudiana, la última que dejó a quienes lo siguieron.
Así, después de otro año de crisis, 1989, Miller aborda como contrapunto el tema de la cortesía. Habiendo escuchado a los analistas que se proponían ser corteses, es "que admitían un disentimiento y se comprometían, entonces, a cierta tolerancia, aunque no a una paz asociativa tipo IPA más del lado de la esclerosis y el crispamiento que de la urbanidad".
No va a tratar sobre la cortesía entre analista y analizante, de la civilidad en la cura, sino de la cortesía entre analistas, pues "el problema de la sociedad analítica es cómo pasar del estado salvaje entre analistas al lazo socia". Ocurre que, en nombre de la cura, que sería para Lacan "un lazo social limpio de cualquier necesidad de grupo", los analistas se consideran "libres de comportarse mal, sin civilidad en el grupo, groseramente, ¿no se aguantan acaso?: la jauría de los analistas".
Pero no hay que confundir la cura con el grupo. Freud en Psicología de las masas dice: "La relación del individuo con su médico, objeto de la investigación psicoanalítica, puede aspirar a ser considerada como fenómeno social, situándose en oposición a otros procesos, denominados por nosotros narcisistas, en los que la satisfacción de los instintos elude la influencia de otras personas. De este modo, la oposición entre actos anímicos sociales y narcisistas cae dentro de los dominios de la psicología individual y no justifica una diferenciación entre ésta y la psicología social o colectiva". Si bien Freud dice esto y, si bien Psicología de las masas descubre lo que enseña la cura analítica sobre el grupo, esto no significa que haya confusión entre cura y grupo.
Lacan afirmó que su empresa era desesperada, pues es imposible que los analistas formen grupo, era una empresa basada en la "ausencia de esperanza" pero, al mismo tiempo, orientada en contra del "cada uno para si", del cinismo analítico. Recordemos que Lacan no oculta que se consagró a un círculo de sujetos "cuya elección parecía la del amor, como él, hecho de azar" y, cuando crea la ECF, se dirige "a los que todavía me aman".
Entonces, ¿cómo pasar del estado salvaje entre analistas al lazo social? En primer lugar, el modelo freudiano, más próximo a Tótem y Tabú que a Psicología de las masas, de las sociedades IPA. Miller parte de la distinción entre dos identificaciones, la horizontal que liga a los semejantes, imaginaria y otra vertical que se establece sobre un no semejante a los otros, identificación simbólica ligada al ideal. Para llegar a constituir un todo social es necesario que opere el no semejante, "el más uno, el que esta fuera de la serie pero le pertenece y la cierra. De allí procede la jerarquía", lógica del lado hombre de las fórmulas de la sexuación. Con los hombres tenemos de entrada la ley del conjunto. "Se supera el estado dispersivo, salvaje, cada uno para si y contra los otros, siempre que un elemento más uno permita formar el conjunto de los otros, siendo el todos correlativo del Uno", bajo esta fórmula Freud planteó la sociedad IPA.
Es posible "que el propio deseo de Freud se encontrara realizado en este esquema social, el todos en su extensión máxima, internacional, y él preparándose en vida para ser el padre muerto". Como si el deseo de Freud por estar vinculado al nombre del padre, tuviera que ver más con un deseo de poder que de saber o, por lo menos, de salvar las insignias del poder, como dice Miller en "El deseo de Lacan", dictado año y medio después del Banquete.
El modelo dejado por Freud "sigue aguantando hasta hoy, aunque hay indicios de sospecha en sus integrantes de si sirve para la presencia del psicoanálisis en el mundo actual".
En cambio Lacan, en lugar de dejar todo ordenado, organizado y asegurado su lugar de "al menos uno", da un golpe y vuelve a sus discípulos a un estado casi dispersivo.
Recordemos: castigado por la IPA por haber tocado, cuestionado al Nombre del padre, a Freud como padre del psicoanálisis, su nombre es borrado de la lista de analistas didactas. Al día siguiente -noviembre de1963-, pronuncia la primera y única lección de su Seminario "Los nombres del padre" : a la barra sobre su nombre, responde la barra que él pone sobre el Nombre del Padre, relativizándolo con "los nombres del padre". En "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", que viene al lugar de "Los nombres del padre", Lacan continúa el cuestionamiento del deseo de Freud y vuelve a cuestionar ¿qué es el psicoanálisis?, ¿qué lo funda cómo praxis?, ¿cuál es el deseo del analista?, la formación del analista. Él llega a la Escuela Normal Superior, donde dicta este Seminario, en calidad de "refugiado" pero es, también , "el fin de su desierto": ese mismo año crea su Escuela Freudiana de París.
Luego de "Los cuatro conceptos…" y antes del tercer golpe que fue la disolución, hizo dos cosas : 1967, la Proposición del 9 de octubre, que fue otra sacudida, trajo dimisiones, etc. y, 1974, la reorganización del Departamento de psicoanálisis de la Universidad de París VIII, por la "debilidad ambiente que allí reinaba" respecto a la enseñanza y se lo confía a otros alumnos, entre ellos Jacques-Alain Miller.
El tercer golpe, 1980, la disolución de su EFP antes de que se consolidara como grupo institucional.
La Escuela de Lacan, esa experiencia inaugural para arreglárselas en forma diferente a Freud con los analistas y la transmisión del psicoanálisis, no es una continuidad del modelo freudiano sino que es, justamente, inaugural, una ruptura con el mismo y más acorde con la fórmula de la sexuación femenina, en la que no hay todo ni al menos uno, donde podríamos decir que la excepción es necesaria pero no suficiente.
Así, vamos introduciendo otra forma de pasar del estado salvaje al lazo social.
Lacan no desconoce la categoría del más uno; al contrario, la pone en evidencia a través de la fórmula del Cartel, propuesta en el Acta de fundación de su Escuela. Justamente, para vulgarizar el más uno, se arman muchas microsociedades, cada una con su más uno. Recordando que el más uno no es el líder ni maestro, ni que se limita a mirar cómo trabajan los demás, sino que debe venir con puntos de interrogación, "hacer agujeros en la cabeza", como dice Miller en la "Elaboración provocada", hacer trabajar pero trabajando él mismo, descompletando al cartel, no haciendo mas función que la de la falta.
O sea, pasamos de la lógica del todo y la excepción, el grupo y el líder, a la del no-todo. No será una persona sino un lugar de estructura. Lacan puso esto en el principio de su Escuela, un nuevo tipo de sociedad analítica capaz de prescindir del Nombre del Padre, de al menos uno, a condición de saber valerse de él, servirse del lugar estructural del Nombre del Padre como de una herramienta.
Esto es lo que se proclama en el banquete, que hay que ir más allá del Nombre del Padre, ¡hay que servirse de él!, pero el problema es cómo librarse del Nombre del Padrre. Miller recuerda al Sr. Valdemar y se divierte con la historia de Amadeo. El Caso del Sr. Valdemar -de Edgar Allan Poe-, que Lacan relata en "Situación del psicoanálisis en 1956", es el caso de "un hombre al que, por haber permanecido bajo la hipnosis durante el tiempo de su agonía ,le sucede que fallece sin que su cadáver deje por ello de mantenerse, bajo la acción del hipnotizador, no sólo en una aparente inmunidad a la disolución física, sino en la capacidad de atestiguar por medio de la palabra su atroz estado". Agrega Lacan : "tal metafóricamente, en su ser colectivo, la asociación creada por Freud se sobreviviría a sí misma, pero aquí es la voz la que la sostiene, la cual viene de un muerto".
Respecto a la obra de Ionesco, Miller se entretiene mucho con ella, se trata de un muerto bien muerto, pero eso no le impide crecer. Amadeo es quien intenta librarse de él, sacándolo de la casa pues ha crecido mucho y sucede que el muerto crecido empieza a enroscarse alrededor del cuerpo de Amadeo. Se amontona la gente, llega la policía, el muerto se convierte en una especie de paracaídas al revés que levanta a Amadeo, así este es elevado de la tierra por el Nombre del Padre y va gritando que él no quiere, que es contra su voluntad, que no es por su libre consentimiento, etc. Su mujer le dice que nunca va a ser serio, que aunque asciende, no se eleva en su estimación -este acto tercero de la obra de Ionesco "Amadeo o cómo salir del paso", está publicado en El Caldero de la Escuela Nº 84.
Como dice el mismo Freud en Tótem y tabú: "El padre muerto adquirió un poder mucho mayor del que había poseído en vida".
Después de esta ilustración sobre cómo el Nombre del Padre muerto puede crecer mucho en la muerte, como pasó con Freud y Lacan, vuelvo a la cuestión de la civilidad con respecto a los dos modelos, el ciudadano de la república analítica, ¿cómo ser ciudadano de ésta ? y ¿cómo hacer con el disentimiento?
Si el disentimiento se topa con un poder totalitario, se transforma en disidencia. El poder totalitario esta del lado del todo, "una sociedad es totalitaria cuando se quiere la cohesión del todo". Si la república analítica tiene este modelo, una de dos: o se disiente y escinde, o se deja fuera de discusión cualquier diferencia u opinión doctrinal y para conservar el lazo asociativo se habla...del tiempo: solución IPA.
Pero hay otra salida ante el disentimiento, por ejemplo, "el desacuerdo cortés" del cual se espera algo, apuro al otro y luego el otro me apura a mí y esto puede instruir en vez de neutralizar.
Miller pone el ejemplo de Eric. Laurent quien invitó a la disputa en el coloquio. Hay de la mejor y de la peor disputa. La crisis es un estado de disputa. Miller introduce la cuestión de la disolución.
La EFP disuelta por Lacan en 1980 "no pudo ser la contraexperiencia de la IPA, quizás por no haber sabido arreglárselas con el Nombre del Padre".
Ahora, había malestar en la ECF, no era una crisis de funcionamiento, por ahí iba muy bien, sino una "crisis ética, del querer ser". No se sabía cómo conectar la ética del análisis en la cura con el grupo analítico, el querer ser en la cura con el querer ser en el grupo. Entonces, hay disputa pero en su registro imaginario, o sea. querella, altercado, riña. Pero, que empieza a entenderse cuando se revela lo que hay de real en el asunto -otra acepción de disputa: lucha de emulación por la posesión de algo, lo que significa que hay agalma, algo precioso escondido- y que, en realidad, debería comenzar por la discusión de los puntos de doctrina, o sea en su nivel simbólico.
Ahora, la ventaja de esta crisis es que se percibió que con el amor no se juega, se empezó a hablar de amor, del amor por Lacan, por la Escuela, por el saber. ¿Es necesario o no?
Así, "el problema de la relación con el Nombre del Padre se plantea en términos de amor". La crisis, más que enfrentamientos personales, "es un enfrentamiento entre Eros y Tánatos, entre Eros y la pulsión de muerte que apunta a deshacer todo y volver al estado dispersivo".
La cuestión de la disolución no fue un capricho de Lacan, y aunque podría parecer que surgió como algo contingente, ahora se verifica necesaria. Cuando las relaciones personales entre los miembros se volvían imposibles era mejor disolver en intervalos regulares. Si esto es necesario, entonces hay que aprender a valerse de la disolución, usarla.
No se pueden desconocer los efectos de grupo: el significante tiene efectos de sujeto y efectos de grupo. Por lo que los analistas no deberían sentirse libres de comportarse mal en grupo, amparándose en nombre de la cura.
En este punto también podríamos recordar a Lacan en "Función y campo de la palabra", cuando dice: "¿manifestaría el psicoanálisis una ambición desmedida en aplicar sus principios a su propia corporación?, por ejemplo, ¿a la concepción que se forjan los psicoanalistas de sus relaciones con sus pares?"
Pues de lo que se trata es de incluir lo analítico en lo institucional y de saber interpretar, por ejemplo, al grupo: si se habla de represión o de síntoma de grupo, habría que hacerlo no sólo desde la denuncia sino sabiendo escuchar, interpretar y producir en el grupo un efecto de sujeto, un corte y cambio.
Al final del capítulo retoma lo que iba a desarrollar en éste y deja para los próximos: la transferencia de trabajo, recordando que Lacan habló de ella de manera muy precisa en el "Acta de fundación de su Escuela": "la enseñanza del psicoanálisis no puede transmitirse de un sujeto a otro, sino por los caminos de una transferencia de trabajo". Inducir en otro y en otro un trabajo que releve el suyo. Esto daría lugar a un conjunto que no le debe nada o casi nada al padre muerto, que sería el que se cruza de brazos mientras el otro trabaja. Aquí, como ya lo vimos antes, en el Cartel se trata de inducir a otros a trabajar, sirviendo de ejemplo. Esto da una escuela de trabajo, opuesta a una sociedad dirigida por gente que trabajó y se jubiló. En esta escuela construida y animada por esta transferencia y no por la identificación, uno no se jubila.
En síntesis, partiendo de la cuestión de la civilidad entre analistas, de cómo pasar del estado salvaje al lazo social, Jacques-Alain Miller nos muestra dos modelos, dos formas, una del lado del Nombre del Padre y otra valiéndose de él.
Nombre del Padre
Sociedad IPA
Lógica masculina
grupo regido por el todo y la excepción
más uno
disidencia, neutralización
identificación
Cómo valerse de él
Escuela
Lógica femenina
no todo
más unos
desacuerdo cortés, disputa simbólica
Escuela
Lógica femenina
no todo
más unos
desacuerdo cortés, disputa simbólica
transferencia trabajo
* Articulo presentado en el Espacio Central de la Sede de Málaga de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP). Comentario del Capítulo VIII del seminario de Jacques-Alain Miller El banquete de los analistas.
** Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP). Texto autorizado por la autora para su publicación en www.hipermodernidad.blospot.com
Volver a: www.hipermodernidad.blogspot.com